sábado, 11 de enero de 2014

ROMÀ, EL IMPERIO DE UN GIGOLÓ


De la novela: ROMÀ, EL IMPERIO DE UN GIGOLÓ.
POR: Ana Mari Madrid.
El arte de amar empieza por escuchar... la piel, los sentidos, los miedos, la resignación, la necesidad. La explosión del verdadero éxtasis se alcanza cuando se supera uno mismo”
Paginas: 6,7,8.
... Sí, Romà no pierde tiempo en ponerles un buen cebo, paseando por sus fortalezas como caballero Lancelot, un galante seductor que vende con tacto, su hombría.
Pronto consigue miradas de esposas infieles. Cuchicheos entre ellas que recuerdan a las hembras de la antigua Roma con sus blancos y escotados vestidos vaporosos. Damas con un cierto libertinaje que descaradamente le enviaban insinuaciones con ligera sonrisa acompañada de ese gesto casi desapercibido, la voz de esa tentación que es tan irresistible para él. Se las conoce bien, ya están en su tercer o cuarto o quinto Martini, tiene esperanzas de una de sus deslizantes locuras, aunque también sabe que es posible que le toque regresar a casa sin comerse un colín porque están demasiado acompañadas para aceptar sus servicios. La suerte está echada, Romà no se rinde, no se retira sin antes presentar batalla. Les dirige su encanto, levantando una ceja con un ligero movimiento de cabeza hacía los servicios bajo una mirada penetrante. Se retoca la comisura del labio inferior asomando ligeramente la punta de la lengua, acariciándola con el pulgar para acabar pellizcando ligeramente su labio con tentadora mirada que repasa a las tres damas, indicándoles el camino a un desbordante y rápido polvo. Le conocen, les excita esa insinuación, lo que recibirán si aceptan la invitación de un diablo que no duda en ejecutar sus artes, saben lo que vivirán tras esa puerta, una aventura exprés que ya les quema las entrañas. La desean, cuchichean, piden otra copa y, el plan está en marcha. Se levanta una y él la sigue. Con una agresividad inesperada ella le coge por las solapas y lo empotra contra la pared del water de señoras bajándole el pantalón con prisas. Coge entre sus manos su miembro, admirándolo, agachándose con las piernas abiertas, sintiendo como se abre su vulva deseando lo que su boca saborea. Al minuto aparece otra de las compañeras uniéndose al juego. Sí... eso le ha gustado. Nada más entrar se baja el escote y enredando sus manos en su nuca lo ahoga en sus pechos. Sexo salvaje, lo que estaba necesitando. -Romà... mi adorado Romà... mira nuestro hambriento coñito. -Se suben sus vaporosas faldas pronunciando un español mal acentuado no solo por ser extranjeras, sus cuantos Martinis también tienen algo que ver-. Hasta el fondo como tu sabes... a las dos juntas... rómpenos vivas... la queremos toda.
Busca posturas en el estrecho recinto para saborear los hinchados clítoris, le gusta el olor a celo de sus húmedas vulvas. Su boca se desliza por ellas desatándoles tal placer que se pelean por ser comidas, por ser... penetradas con el juego de su lengua. Piden más, y las enviste por detrás a empujes, entre jadeos que se entrecortan cuando sus femeninas y perfiladas bocas se comen a besos. Lengüetazos entre húmedos labios que encabritan más a un macho que lleva meses esperando algo así. Su miembro vibra entre paredes que se ciñen en un calor desbordante a punto de inundar sus entrañas en una explosión que ya no aguanta. Casi lo consigue, casi llega a derramarse dentro de aquellos... como ellas les llamaban, coñitos, refugios empapados de ricos y cálidos jugos. Recreándose entre cortas y largas envestidas cada vez que sale de uno para meterse en el otro. Les fascinan esas entradas y salidas empitonadas que prolongan el placer alzándoles a ese punto, esa cúspide, esa elevación al abismo del éxtasis. Casi se corren los tres juntos, casi, sino hubiera sido por la intromisión de la tercera amiga que llegó corriendo sacándolo a empujones, obligándole a entrar al servicio de caballeros. Desorientándolo... no entiende, que... <<¡¡Nooo... insensata!! esto no se hace... darme con la puerta en las narices cuando estamos a punto...>> Piensa con rabia aguantando en la punta de su glande ese derrame de vida que llevaba tiempo sin catar. Escucha atento el barullo de las mujeres, esperando no llevarse la sorpresa de la entrada de los maridos.
No, los maridos siguen conversando sobre los porqués de las subidas y bajadas de la bolsa, sin enterarse que las esposas siguen en el baño como gallinas peleonas discutiendo con una joven que acababa de llegar rebufando como gata furiosa. Es la hija de una de ellas, que no soporta que su madre se preste a esos “Juegos placenteros” como les llaman ellas entre risitas lascivas, sus jueguitos, sus desmadres... locuras veraniegas que les recargan las pilas y, que sin duda ella también disfrutaría sino estuviera tan llena de complejos.
Se mira al espejo, colocando su erecto órgano dentro del pantalón, aprisionándolo con las manos, sin poder apartar de la mente esos culitos y sus hinchados y mojados coñitos, deliciosas pechinas, les llama él. Su cuerpo arde con el recuerdo sin una pizca de afloje a su agitación. Necesita... sí, necesita ese envaine húmedo y caliente. Se encoge de rodillas, le duelen los endurecidos huevos por una explosión que no se ejecuta. Aguanta la respiración unos segundos, que parecen minutos, con la cara desencajada. <<Maldita sea....>>, grita por dentro. Intenta recomponerse levantándose con el abdomen encogido y deja correr el agua fría por sus manos y su nuca, refrescando sus partes doloridas. Se incorpora decidido a salir con la batalla ganada aunque se siente apaleado por coito interruptus de dos hembras a falta de una. No, no es su culpa, las tenía como quería, jadeantes. Vuelve a colocarse la corbata, aflojando algo más el nudo que deja caer a medio pecho, descubre ese otro botón que le hace irresistible, o eso piensa él, destacando ese bronceado que resalta por el tono marfil de su camisa. Se coloca bien las mangas arremangadas a medio antebrazo y... repasándose, muy altanero él, no entiende que es lo que rechazan de su edad si está como un Dios griego, vale, algo canoso pero... las tres se habrían vuelto locas con “sus canas”. Por lo menos dos lo hicieron. Espera un poco con la puerta entre-abierta a ver si aun tiene suerte y... escucha a la gata en su fanfarrón y bufido gruñido ingles de niña malcriada: -You are crazy with your husbands out there, yyyy ... noooo ... Not to mention, mom... you will come with me, and you... shame... If its an old geezer! (¡¡Estáis locas, con vuestros maridos ahí fuera, aaaah... noooo... ni hablar, mamá... tu te vienes conmigo, y vosotras... que vergüenza... si es un viejo carcamal!!).
Si no hubiera sido un caballero habría entrado para sacar de los pelos a la gata... no, la ZORRA, que le llamaba “carcamal”. Pero no, espera sentado en la barra a verlas pasar, repasando a la pija que le acababa de insultar. Así es la vida, esta vida que cada día es más gris tirando a negra, porque cuando se llega a una edad... por muy bueno que seas en tu trabajo... te dan la espalda y es la juventud quien gana la partida al oficio de horas gozosas. Esa preciosa juventud inexperta es la vencedora a la experiencia de los años.
Siente rabia pero se va con la satisfacción de una sabrosa degustación y con la cara de la causante de su dolor de huevos. A esa joven se la tiene jurada por menospreciar sus atractivas canas. La prepotencia de su juventud desconoce que no hay edad cuando se sabe deslumbrar y Romà lo tiene claro, su cabeza a empezado a maquinar su venganza. Un buen remojón panza arriba a una gata de uñas afiladas en esa charca de flujos salvajes que él se conoce tan bien. ¡¡A ver quien es VIEJO!!
Las señales de su firme virilidad hacen que sus miradas choquen. Él la mantiene con ese control que lo hace tan seductor. Un calor nervioso recorre el cuerpo femenino y baja la mirada avergonzada estrujando sus manos, apretándolas con fuerza en ese regazo que se encoje por los pesados complejos, solo hacía unos minutos que le acababan de contar lo gran amante que es, único en sus juegos, que solo pensar en sus habilidades reavivaban sus entrañas. Solo han sido unos segundos, pero sí, a ella también le ha hecho temblar con solo mirarla. <<The devil knows more for being old...>> (Más sabe el diablo por viejo...), se repite en su mente las palabras de aquellas mujeres que no perdían oportunidad en cuanto sus pies pisaban España.
Su bochorno delata la excitación despertada por el hechizo mágico de la imaginación, y cae en ese juego de seducción volviendo a buscarle con la mirada. No, ya no está, su asiento está vacío, en ese momento un camarero le entrega una rosa con un susurro en la oreja y una nota que tiñe sus mejillas del mismo color de la rosa:

Sé lo que sientes, lo que necesitas ahora mismo, soy el capullo maduro de tu tierna flor”. Escrito en un perfecto ingles. Sí, el también sabe de idiomas que no solo se conjugan en la intimidad de juegos de lenguas. <<¡¡Será cabrón!!>>, piensa, queriendo destrozar la nota y la aromática rosa en un arranque de orgullo pisoteado, pero al ver la cara de interrogación de sus acompañantes sonríe en un gesto de agradecimiento al camarero oliendo... ¿como es posible? ¡huele a perfume masculino! sorprendida intenta quitarle importancia al asunto diciendo con fingida arrogancia: -Apparently I got an admirer ... ohhh ...The Spanish are a delight! (por lo visto me ha salido un admirador... ohhh... ¡¡que encanto de españoles!!). -Vuelve a mirar la rosa admirada antes de encerrarla en su bolso con ese cosquilleo que siente entre sus labios menores imaginando la caricia de esos pétalos sobre su cuerpo, sobre... su pubis. Se remueve en su silla apretando las piernas. Sí, estaba nerviosamente excitada, lo estaba desde que discutió con mamá y las amigas en el lavabo de señoras, mientras se subían las bragas colocándose el vestido acaloradas. Aquellas mujeres la habían contagiado, y la mirada de él con la nota final... fue el puntazo. Desea más. Agudiza la vista buscándolo entre la gente, no, ya no está.
La sonrisa le acompaña de camino a casa, a visto como le buscaba con la mirada, la próxima vez que se encuentren la tentará hasta someterla a su capricho, como caprichoso será su bolsillo al cobrarle, solo de pensarlo los huevos han dejado de “pesarle”. Se siente rejuvenecido y... hambriento.
                                                                           **********


 

1 comentario:

  1. Pasión encendida, sin preámbulos, sin más orden que la voluntad de unas libidos incendiadas por las ganas de gozar de sexo rápido y superficial solo censurado por aquella que no ha sido invitada. Pero a este placer robado, tú le has sabido encontrar una segunda víctima, ¿cierto, Ana Mari? Esta obra promete…

    ResponderEliminar