De la novela: ROMÀ, EL IMPERIO DE UN GIGOLÓ.
POR: Ana Mari Madrid.
“El
arte de amar empieza por escuchar... la piel, los sentidos, los
miedos, la resignación, la necesidad. La explosión del verdadero
éxtasis se alcanza cuando se supera uno mismo”
Paginas: 6,7,8.
... Sí, Romà
no pierde tiempo en ponerles un buen cebo, paseando por sus
fortalezas como caballero Lancelot, un galante seductor que vende con
tacto, su hombría.
Pronto consigue
miradas de esposas infieles. Cuchicheos entre ellas que recuerdan a
las hembras de la antigua Roma con sus blancos y escotados vestidos
vaporosos. Damas con un cierto libertinaje que descaradamente le
enviaban insinuaciones con ligera sonrisa acompañada de ese gesto
casi desapercibido, la voz de esa tentación que es tan irresistible
para él. Se las conoce bien, ya están en su tercer o cuarto o
quinto Martini, tiene esperanzas de una de sus deslizantes locuras,
aunque también sabe que es posible que le toque regresar a casa sin
comerse un colín porque están demasiado acompañadas para aceptar
sus servicios. La suerte está echada, Romà no se rinde, no se
retira sin antes presentar batalla. Les dirige su encanto, levantando
una ceja con un ligero movimiento de cabeza hacía los servicios bajo
una mirada penetrante. Se retoca la comisura del labio inferior
asomando ligeramente la punta de la lengua, acariciándola con el
pulgar para acabar pellizcando ligeramente su labio con tentadora
mirada que repasa a las tres damas, indicándoles el camino a un
desbordante y rápido polvo. Le conocen, les excita esa insinuación,
lo que recibirán si aceptan la invitación de un diablo que no duda
en ejecutar sus artes, saben lo que vivirán tras esa puerta, una
aventura exprés que ya les quema las entrañas. La desean,
cuchichean, piden otra copa y, el plan está en marcha. Se levanta
una y él la sigue. Con una agresividad inesperada ella le coge por
las solapas y lo empotra contra la pared del water de señoras
bajándole el pantalón con prisas. Coge entre sus manos su miembro,
admirándolo, agachándose con las piernas abiertas, sintiendo como
se abre su vulva deseando lo que su boca saborea. Al minuto aparece
otra de las compañeras uniéndose al juego. Sí... eso le ha
gustado. Nada más entrar se baja el escote y enredando sus manos en
su nuca lo ahoga en sus pechos. Sexo salvaje, lo que estaba
necesitando. -Romà... mi adorado Romà... mira nuestro hambriento
coñito. -Se suben sus vaporosas faldas pronunciando un español mal
acentuado no solo por ser extranjeras, sus cuantos Martinis también
tienen algo que ver-. Hasta el fondo como tu sabes... a las dos
juntas... rómpenos vivas... la queremos toda.
Busca posturas
en el estrecho recinto para saborear los hinchados clítoris, le
gusta el olor a celo de sus húmedas vulvas. Su boca se desliza por
ellas desatándoles tal placer que se pelean por ser comidas, por
ser... penetradas con el juego de su lengua. Piden más, y las
enviste por detrás a empujes, entre jadeos que se entrecortan cuando
sus femeninas y perfiladas bocas se comen a besos. Lengüetazos entre
húmedos labios que encabritan más a un macho que lleva meses
esperando algo así. Su miembro vibra entre paredes que se ciñen en
un calor desbordante a punto de inundar sus entrañas en una
explosión que ya no aguanta. Casi lo consigue, casi llega a
derramarse dentro de aquellos... como ellas les llamaban, coñitos,
refugios empapados de ricos y cálidos jugos. Recreándose entre
cortas y largas envestidas cada vez que sale de uno para meterse en
el otro. Les fascinan esas entradas y salidas empitonadas que
prolongan el placer alzándoles a ese punto, esa cúspide, esa
elevación al abismo del éxtasis. Casi se corren los tres juntos,
casi, sino hubiera sido por la intromisión de la tercera amiga que
llegó corriendo sacándolo a empujones, obligándole a entrar al
servicio de caballeros. Desorientándolo... no entiende, que...
<<¡¡Nooo... insensata!! esto no se hace... darme con la
puerta en las narices cuando estamos a punto...>> Piensa con
rabia aguantando en la punta de su glande ese derrame de vida que
llevaba tiempo sin catar. Escucha atento el barullo de las mujeres,
esperando no llevarse la sorpresa de la entrada de los maridos.
No, los maridos
siguen conversando sobre los porqués de las subidas y bajadas de la
bolsa, sin enterarse que las esposas siguen en el baño como gallinas
peleonas discutiendo con una joven que acababa de llegar rebufando
como gata furiosa. Es la hija de una de ellas, que no soporta que su
madre se preste a esos “Juegos placenteros” como les llaman ellas
entre risitas lascivas, sus jueguitos, sus desmadres... locuras
veraniegas que les recargan las pilas y, que sin duda ella también
disfrutaría sino estuviera tan llena de complejos.
Se mira al
espejo, colocando su erecto órgano dentro del pantalón,
aprisionándolo con las manos, sin poder apartar de la mente esos
culitos y sus hinchados y mojados coñitos, deliciosas pechinas, les
llama él. Su cuerpo arde con el recuerdo sin una pizca de afloje a
su agitación. Necesita... sí, necesita ese envaine húmedo y
caliente. Se encoge de rodillas, le duelen los endurecidos huevos por
una explosión que no se ejecuta. Aguanta la respiración unos
segundos, que parecen minutos, con la cara desencajada. <<Maldita
sea....>>, grita por dentro. Intenta recomponerse levantándose
con el abdomen encogido y deja correr el agua fría por sus manos y
su nuca, refrescando sus partes doloridas. Se incorpora decidido a
salir con la batalla ganada aunque se siente apaleado por coito
interruptus de dos hembras a falta de una. No, no es su culpa, las
tenía como quería, jadeantes. Vuelve a colocarse la corbata,
aflojando algo más el nudo que deja caer a medio pecho, descubre ese
otro botón que le hace irresistible, o eso piensa él, destacando
ese bronceado que resalta por el tono marfil de su camisa. Se coloca
bien las mangas arremangadas a medio antebrazo y... repasándose, muy
altanero él, no entiende que es lo que rechazan de su edad si está
como un Dios griego, vale, algo canoso pero... las tres se habrían
vuelto locas con “sus canas”. Por lo menos dos lo hicieron.
Espera un poco con la puerta entre-abierta a ver si aun tiene suerte
y... escucha a la gata en su fanfarrón y bufido gruñido ingles de
niña malcriada: -You
are crazy with your husbands out there, yyyy ... noooo ... Not to
mention, mom... you will come with me, and you... shame... If its an
old geezer!
(¡¡Estáis
locas, con vuestros maridos ahí fuera, aaaah... noooo... ni hablar,
mamá... tu te vienes conmigo, y vosotras... que vergüenza... si es
un viejo carcamal!!).
Si
no hubiera sido un caballero habría entrado para sacar de los pelos
a la gata... no, la ZORRA, que le llamaba “carcamal”. Pero no,
espera sentado en la barra a verlas pasar, repasando a la pija que le
acababa de insultar. Así es la vida, esta vida que cada día es más
gris tirando a negra, porque cuando se llega a una edad... por muy
bueno que seas en tu trabajo... te dan la espalda y es la juventud
quien gana la partida al oficio de horas gozosas. Esa preciosa
juventud inexperta es la vencedora a la experiencia de los años.
Siente rabia pero se va con la satisfacción de una
sabrosa degustación y con la cara de la causante de su dolor de
huevos. A esa joven se la tiene jurada por menospreciar sus
atractivas canas. La prepotencia de su juventud desconoce que no hay
edad cuando se sabe deslumbrar y Romà lo tiene claro, su cabeza a
empezado a maquinar su venganza. Un buen remojón panza arriba a una
gata de uñas afiladas en esa charca de flujos salvajes que él se
conoce tan bien. ¡¡A ver quien es VIEJO!!
Las señales de
su firme virilidad hacen que sus miradas choquen. Él la mantiene con
ese control que lo hace tan seductor. Un calor nervioso recorre el
cuerpo femenino y baja la mirada avergonzada estrujando sus manos,
apretándolas con fuerza en ese regazo que se encoje por los pesados
complejos, solo hacía unos minutos que le acababan de contar lo gran
amante que es, único en sus juegos, que solo pensar en sus
habilidades reavivaban sus entrañas. Solo han sido unos segundos,
pero sí, a ella también le ha hecho temblar con solo mirarla. <<The
devil knows more for being old...>>
(Más
sabe el diablo por viejo...),
se repite en su mente las palabras de aquellas mujeres que no perdían
oportunidad en cuanto sus pies pisaban España.
Su bochorno
delata la excitación despertada por el hechizo mágico de la
imaginación, y cae en ese juego de seducción volviendo a buscarle
con la mirada. No, ya no está, su asiento está vacío, en ese
momento un camarero le entrega una rosa con un susurro en la oreja y
una nota que tiñe sus mejillas del mismo color de la rosa:
“Sé
lo que sientes, lo que necesitas ahora mismo, soy el capullo maduro
de tu tierna flor”.
Escrito
en un perfecto ingles. Sí, el también sabe de idiomas que no solo
se conjugan en la intimidad de juegos de lenguas.
<<¡¡Será
cabrón!!>>, piensa, queriendo destrozar la nota y la aromática
rosa en un arranque de orgullo pisoteado, pero al ver la cara de
interrogación de sus acompañantes sonríe en un gesto de
agradecimiento al camarero oliendo... ¿como es posible? ¡huele a
perfume masculino! sorprendida intenta quitarle importancia al asunto
diciendo con fingida arrogancia: -Apparently
I got an admirer ... ohhh ...The Spanish are a delight!
(por
lo visto me ha salido un admirador... ohhh... ¡¡que encanto de
españoles!!).
-Vuelve a mirar la rosa admirada antes de encerrarla en su bolso con
ese cosquilleo que siente entre sus labios menores imaginando la
caricia de esos pétalos sobre su cuerpo, sobre... su pubis. Se
remueve en su silla apretando las piernas. Sí, estaba nerviosamente
excitada, lo estaba desde que discutió con mamá y las amigas en el
lavabo de señoras, mientras se subían las bragas colocándose el
vestido acaloradas. Aquellas mujeres la habían contagiado, y la
mirada de él con la nota final... fue el puntazo. Desea más.
Agudiza la vista buscándolo entre la gente, no, ya no está.
La sonrisa le
acompaña de camino a casa, a visto como le buscaba con la
mirada, la próxima vez que se encuentren la tentará hasta someterla
a su capricho, como caprichoso será su bolsillo al cobrarle, solo de
pensarlo los huevos han dejado de “pesarle”. Se siente
rejuvenecido y... hambriento.
**********
Pasión encendida, sin preámbulos, sin más orden que la voluntad de unas libidos incendiadas por las ganas de gozar de sexo rápido y superficial solo censurado por aquella que no ha sido invitada. Pero a este placer robado, tú le has sabido encontrar una segunda víctima, ¿cierto, Ana Mari? Esta obra promete…
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