jueves, 4 de septiembre de 2014

Una lágrima proscrita.

UNA LÁGRIMA PROSCRITA.
Me reflejo en el lago de una lágrimas
volteando en su corriente,
huyendo de disimuladas miradas 
y cuchicheos de la gente.

Peinan las canas de mis sienes 
manecillas de un roto reloj,
rasurando imágenes un segundero...
como el filo de una hoz.

Y es 
vida ya cansada, consagrada a...
estar parada en calle sin salida,
vacía, estrecha, fría…

de adoquines rotos, rugosos, sueltos en orillas
dcastradas alcantarillas.
Amarga condena enluta los desvanecidos días.


Horas de apagados amaneceres, caen,
diluidas entre nieblas de versos y sonetos 
que tatúan con un solo gesto
en los relieves de la piel del tiempo...
el beso de un beso deseado,
soñado y... ni dado ni olvidado.


Recuerdos de pétalos de rosas,
rosas rojas deslizando por la piel soñada,
piel canela, piel dorada, piel... amada
en invisible tacto de la mente, saciada...
de miradas acariciadas del deseo más ferviente.

Duelen los silenciosos sueños que yacen lentamente,
amores prohibidos, sacrificados, enterrados, enlosados,

que murieron ahogados en suspiros desangrados 

Y vuelve a rodar por mi mejill
a... el recuerdo de esa lágrima proscrita.
Ana Mari.

El motín de los muertos

EL MOTÍN DE LOS MUERTOS.

Cae la tarde con sus rayos adormecidos
en el vaivén del influjo de una noche bravía
que anuncia... triste despedida de un hermoso día.

Susurran tu nombre las alas del viento
calando los huesos con frio aliento,
caminantes errantes, sombras sigilosas
deslizantes pisadas que no dejan huellas
entre silbidos de viejos cipreses...
y flores que adornan la fétida muerte,
amotinada carroña que languidece
en el sinfín de hastiadas estrecheces.

Aúllan los lobos a la luna helada de apagada mirada,
cara de porcelana que se hace añicos...
cayendo a la nada.

No, ya no cantará la alondra en tu ventana,
ya no arrullará tu sueño el mugir del agua,
el rio se secó a tus pies,
se evaporó la última gota de vida, sacudida...
como junco de arrozales en desechable baile.

Porta el eco confusas campanadas,
sellando pestañas en noche cerrada,
atrapadas... en la negrura de sus propios barrotes
que no dan opción al cansado arrastre...
de pesados parpados quebrantados de coraje,
destinados a padecer... la prisión de su losas,
donde yacen sus historias,
abortadas, atajadas con la hoz del destino

arrojadas... al rincón del olvido.
Ana Mari.