“Ámame sobre todas las cosas”
Y en la nitidez de su alma sigue escuchando… palabras envueltas
en llanto.
Sherezade niña hechizada…
SOLO UNA VEZ, PENSÓ
... SOLO UNA VEZ..
Cuando salía la luna se transformaba. Fantaseaba en su silenciosa
provocación; se subía su fino y transparente camisón bajo sus
rayos hambrientos, cautivos de la sensual prenda, embriagadora con su
luz. Como Diosa seductora, serpenteaba posturas que mostraban a la
perfección sus senos puntiagudos, su plano vientre, sus redondas
caderas y… un espeso y pequeño valle ardiente, humeante entre sus
prietos muslos. El dulce olor de su sexo se respiraba en la brisa
nocturna como gata en celo. Sus piernas se movían en ligeras
caricias, entreabriéndolas, jugueteando con los barrotes de una
barandilla que se calentaba al agarre de su contacto, frotándose
entre ellos, mostrando astutamente sensualidad y deseo. Sus ojos
soñadores de una pasión prohibida podían ver la mirada que se
ocultaba entre las sombras de la oscuridad.
No imaginaba que hacía tiempo ella lo había descubierto, que jugaba
a provocarle a incitarle. Solo un cigarrillo encendido se veía en la
penumbra, que se consumía deseoso de saborear su boca, ese cuerpo
que hacía años le hacía temblar ávido de romper su juramento para
devorar el néctar de la vida. Ella era su pecado.
Escuchó el repique de campanas que llamaban a temerosos a limpiar
sus azoradas almas. Ya nada la detendría, ya eran demasiados años
de silencio y ni el tiempo ni el destino… estaban a su favor.
-Padre… -La ventanilla del viejo confesionario tembló bajo su
tenue susurro. Su ardiente boca pegada en ella dibujaba la silueta de
unos labios carnosos, perfectos.
-Peco en pensamiento desde que me levanto hasta que me acuesto…
El alborozo del confesor no era menor, estaba allí, vibró con su
presencia a tan pocos centímetros. Hacía demasiado tiempo que sus
dedos temblaban al rozar sus labios cuando ella entreabría su boca
al comulgar. No, no deseaba que se arrepintiera.
La tenía tan cerca, le salpicaba su aliento, miraba, deseoso,
aquellos encarnados labios a través de las rejillas de la
ventanilla. Los dibujó con la punta de sus dedos. Acercó su cara
apoyándola en las rejillas donde podía oler su perfume, donde
sentía que la rozaba. Saboreó cada palabra de un pecado de almíbar
que relamía en su boca.
Se aflojó el alza-cuello. El brillo de su frente se transformó en
pequeñas gotitas que resbalaban por sus mejillas. Sus manos se
humedecían, secándoselas en la sotana, acercándolas a la
protuberancia que se elevaba entre sus piernas, mientras ella le
contaba sus más ocultas fantasías, apretándola, castigándola,
ahogándola.
-…Le siento cabalgar en mis entrañas. Padre… me arde la sangre,
se me abren los poros, me tiembla la boca… se me escapa el alma, no
controlo la excitación que me produce tenerle cerca…
Le flaqueó el cuerpo. Deseó… no, no podía desear. Su sotana se
lo prohibía. Se le caían sus setenta años recuperando la juventud
perdida. Sus empequeñecidos ojos llenos de brillo buscaron los de
ella a través de las rejillas.
-… No digas más. -Deseaba abrir aquella estrecha puertita que les
separaba, abrazarla, meterla dentro y dejar que le arrancase la
sobria sotana.
-Estoy poseída. Necesito que me arranque al diablo que me quema las
entrañas poseyéndome cada noche.
Su voz… murmullo de boca a un oído que no resistía la caricia de
pecar con ella. Respiración que se aceleraba, sudaba el pórtico del
pecado resbalando como espesa resina de madera. Olía su esencia de
hombre excitado. Llevaba cuarenta años deseando lo prohibido,
compartiendo su jardín, como buenos vecinos, para… provocarle,
para obligarle a pecar y tocar juntos las puertas del cielo o… caer
al más profundo de los infiernos. Pero fue mayor la devoción a su
Dios y la diferencia de veinte años de edad, ella siempre sería la
preciosa niña que tomó la comunión de su mano recién salido del
seminario, aún así, no podían impedir imaginar… que cabalgarían
juntos por el iris del universo.
-Te conozco desde que eras niña y no hay más posesión en ti que tu
propia imaginación.
No quería darle la absolución, no quería que se arrepintiera, no
quería que abandonase su seductora confesión, sus juegos nocturnos,
no quería dejar de soñarla, no quería que… ella dejara de
soñarle.
Era inevitable. Carraspeó. -Pide por tu paz…
-… Entonces pediré por él.
Su boca se acercó a la de ella para en su último susurro robarle el
aliento: -…eo te absolvo…
Solo un suspiro fue la respuesta. Se levantó despacio, acercando su
pecho, lentamente, a la ventanilla del deseo, permitiendo que él
absorbiera su fragancia antes de alejarse.
Discreto en su secreto desde su púlpito le regalaba mil caricias con
los rayos de sus miradas. Deliberadamente ella comulgaba la última,
para recrearse en la lectura de sus ojos mientras sentía la caricia
de sus dedos en sus labios cuando la punta de su lengua llegaba a
alcanzarlos al recoger la hostia sagrada.
Y… brillaba en su cielo.
Respetó su juramento a su modo, sin dejar de devorarla a la luz de
las estrellas. No podía dormirse sin verla retozar sin sentirla en
su piel.
Pero el tiempo tuvo sus patas cortas.
Llueve en noche clara, muriendo en el crepúsculo del alba vivaces
ojos, en el goce de su última noche. La negra niebla consumió el
último cigarrillo que cayó de sus dedos como un último suspiro.
Aprisionó su alma sin escuchar repiques de campanas. Lloró y lloró,
desapareció de la cuarta fila escuchando más allá de pasillos y
paredes, engañándose en sus sobrios despertares y… bajó su
último peldaño.
Entre turbia luz se abría lentamente su puerta, ofreciéndole la
mano con su elegante sonrisa. Con la sotana arrancada la invitó a
pasar, descalzo, sin alza-cuello, como un hombre libre de grilletes
religiosos. Por primera vez vio su cuerpo semidesnudo, su pecho
poblado de canas, todavía fuerte, agitado en su respiración. La
miró con deseo. No se apartó cuando se acercó apresándola por la
cintura. Conforme sus caras se acercaban sus cuerpos temblaban. Sus
labios se rozaron, calientes, hinchados de deseo. Fue entonces cuando
tomó el cáliz sagrado y bebió relamiendo con su lengua la ansiedad
de la virginal boca masculina, enzarzándose en una batalla de
codicia sedienta de goce y… cabalgaron juntos bajo fuegos de
artificios.
…Mirada perdida a la luz de la vida.
Solo una vez pensó… había cruzado la frontera donde revivía su
pasión entre paredes blancas, acolchadas y sin ventanas, despojados
de miedos se amaban en su mundo irreal.
Solo una vez pensó.
Solo una vez.
A LOS AMANTES DEL PECADO, A ESE… SEGUIR SOÑANDO
POEMARIO – NOCHES NUPCIALES-
Ana María
Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario