lunes, 3 de noviembre de 2014

EL SUEÑO DE UNA NOCHE SIN LUNA

TERROR
EL SUEÑO DE UNA NOCHE SIN LUNA

Concentradas alrededor de un virginal féretro tan blanco como los cirios que lo rodean, siete mujeres se sumergen en la noche de los muertos con el murmullo acompasado del rezo del rosario. Siete preñadas elegidas para luchar contra las tinieblas del inframundo. Atemorizadas, penando ante la que más poder tenía para librar al mundo del horror. Apenas se atreven a mirar el joven rostro de Blanca, la adolescente asesinada por una fuerza descomunal salida del reflejo de su propio espejo. La luz de los candelabros bailan en asustado vaivén al oírse en la lejanía el aullido de un perro que pasó de ser manso a ser diabólico, guiado por la sombra de un lobo negro, su aullido se siente como dolor agudo al tiempo que la luna queda totalmente tapada. La niebla cae como espeso manto deslizándose con aliento helado. Noche negra, noche enlutada, noche castrada en calles vacías, silenciosas, oliendo a sangre, a cuerpos sin vida amputados a mordiscos por las fieras guiadas por el alma satánica del escalofriante aullido. El tintineo de unas llaves encasquillándose entre prisas y alboroto en una cerradura que se resiste a ser poseída acalla el murmullo de los rezos, un portazo, y las siete levantan la vista al mismo tiempo, con el corazón desbocado: -¡¡YA LLEGAN, YA LLEGAN....!!! -grita el padre Rogelio corriendo hacía ellas. -¡¡ESTAN AQUÏ!!
Las primeras punzadas de insoportables dolores de parto y caen de rodillas. Ha empezado. Los cristales de los ventanales vuelan en mil pedazos, las puertas arrancadas de cuajo, las paredes se agrietan con sonido ensordecedor y ellas... apretando las mandíbulas siguen haciendo corrillo alrededor del blanco ataúd cogidas de las manos, hincadas de rodillas entre gritos de miedo, terror... dolor. Los señores negros de enrojecidos ojos se acercan relamiéndose por el deseado fruto de sus abultados vientres. Natos que serán mordidos inyectándoles almas diabólicas, futuros reyes de continentes, reyes del aire... del mar, los cuatro elementos de la vida están a punto de ser poseído, gobernados por el mal. En el último minuto el padre Rogelio, aun jadeando, rocía el suelo alrededor de ellas, con agua bendita mezclada con gotas de la sangre de la joven Blanca.
Rabiosos los señores negros se ceban con el cura que juró por su vida, por su alma, por toda la sangre derramada, proteger a las elegidas. Lo apartan de su camino lanzándolo al techo, dejándolo suspendido como araña con las tripas colgando como lianas de vivas culebras, y en un último intento expulsa un suspiro de vida sobre el blanco ataúd, al instante en que el más doloroso empujón de las siete elegidas... las resquebraja, abriendo paso a las criaturas que nacen al mismo tiempo. Y el circulo sagrado se rompe. El llanto mudo de los recién nacidos provoca una inundación de sangre que chorrea por las paredes del ataúd, y el cuerpo de Blanca emerge lentamente rodeada de un haz de luz. Los espectros del mal, con prisas adquiridas, extienden sus brazos atrayendo a las madres, que arrastrándose, se resisten a entregar a sus hijos, y en un último grito de lucha una de ellas lanza a su hijo al haz de luz, y como una cadena enlazada los otros seis le siguen, levitando junto al cuerpo inerte de Blanca, mientras las madres defienden inútilmente el circulo que se tiñe de rojo por mordiscos y desgarros de los endemoniados colmillos de los señores negros. Antes de abandonar definitivamente la vida las siete mujeres llegan a ver a Blanca de pie, como guerrera preparada en su ataque final. Con los recién nacidos levitando como querubines a su alrededor convierte sus cordones umbilicales en arma mortal, y de un solo y certero latigazo, arranca las cabezas de los señores malignos, que caen a sus pies esfumándose como humo.
Los rayos de sol se cuelan entre las persianas como primer regalo de cumpleaños de una quinceañera soñadora, y una voz invisible, como único despertador, le grita:

-¡¡¡Despierta...Blanca!!! ¡¡¡Despierta....!!! hoy es... HALLOWEEN. 

MENTIRAS


MENTIRAS.
Voy a soplarte un cuento como susurro en la noche cuando todos duermen. Un cuento celeste, un cuento topacio, el que quieres oír... te lo cuento despacio.
Había una vez... Mentiras arriesgadas atrayéndome a tu lado, cuando todos los gatos son pardos y la luna se enfunda en su manto perlado. Mentiras sin prisas, despacio y acentuando, que por ventura creeré... hasta el último párrafo...
Había una vez... un libro de antaño escondido en el viejo estante del final del más allá, donde el polvo se comió el titulo y sus páginas eran tan finitas que se pasaban de dos en dos, y la letra tan chiquita... que solo los más avispados conseguían descifrar la interesante historia de generaciones guiadas por un Dios, el único, el verdadero, el que desvelaba futuros certeros. Y dice que hay seis cosas que aborrece ese Dios, y siete las que desprecia su alma, y esas cosas son: los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón vacío e injusto, los pies que corren presurosos al mal, el testigo falso y mentiroso, y el que siembra discordia. Y no hay humano que no sufra en su día a día... de ese mal aquejado. “Guarda tu lengua del mal y tus labios de hablar engaño, el que habla verdad declara justicia y el testigo mentiroso... engaño, no levantarás falso testimonio...” Palabras sabias en un libreto llorón, verdades como afiladas espadas que las digas como las digas... dañan, y buscas salidas en mentiras rebuscadas que crecen y crecen hasta que estallan y son cuchillas las que se clavan. Pierdes credibilidad, pierdes confianza, y sigues afilando tus uñas como viejo gato consciente de tus intencionados engaños pues... aunque digan que se coge antes a un mentiroso que a un cojo... sabido es que hay mentiras que duran cien años.
Voy a soplarte un cuento como susurro en la noche cuando todos duermen. Un cuento celeste, un cuento topacio, el que quieres oír... te lo cuento despacio.
Había una vez... panorámica de la vida sobre alfombra de colores, donde la verdad se entrecruza entre nudos enmarañados bajo pies mentirosos asomados a balcones, engendrando... historias sin final del cuento del nunca jamás ni punto final.

Ana Mari.



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