EL MOTÍN DE LOS MUERTOS.
Cae la tarde con sus rayos adormecidos
en el vaivén del influjo de una noche bravía
que
anuncia... triste despedida de un hermoso día.
Susurran tu nombre las alas del viento
calando
los huesos con frio aliento,
caminantes
errantes, sombras sigilosas
deslizantes pisadas que no dejan huellas
entre
silbidos de viejos cipreses...
y flores que adornan la fétida muerte,
amotinada
carroña que languidece
en
el sinfín de hastiadas estrecheces.
Aúllan los lobos a la luna helada de apagada mirada,
cara de porcelana que se hace añicos...
cayendo
a la nada.
No, ya no cantará la alondra en tu ventana,
ya no arrullará tu sueño el mugir del agua,
el rio se secó a tus pies,
se
evaporó la última gota de vida, sacudida...
como
junco de arrozales en desechable baile.
Porta el eco confusas campanadas,
sellando
pestañas en noche cerrada,
atrapadas...
en la negrura de sus propios barrotes
que
no dan opción al cansado arrastre...
de
pesados parpados quebrantados de coraje,
destinados
a padecer... la prisión de su losas,
donde
yacen sus historias,
abortadas,
atajadas con la hoz del destino
arrojadas...
al rincón del olvido.
Ana Mari.
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